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El valor de la motivación

Hoy en día, en un mundo donde la automatización es cada vez más necesaria y en el que las maquinas se encargan de realizar gran parte del volumen productivo, queda de manifiesto que la principal condición para que una empresa consiga sus objetivos de rentabilidad,es la eficiencia, esta característica exclusivamente humana se traduce como la capacidad de aprovechamiento de un bien o de una situación y está directamente ligada a la cuenta de resultados.
En la industria moderna, La eficiencia se mide con la ayuda de dos indicadores llamados P.E (eficiencia productiva) y I.E (eficiencia industrial), que nos muestran como somos de eficientes cuando nuestras máquinas están ejecutando una orden de fabricación(la P.E. ) y como somos de eficientes gestionando nuestra capacidad productiva global (la I.E.)
Alcanzar unos valores de 90% de P.E. y 70% de I.E. debería ser el objetivo primordial de cualquier directivo que se precie, pero desgraciadamente, bien por desconocimiento o por inercia, puedo asegurar desde mi experiencia, que rara vez las empresas, multinacionales o PYMES, sobre todo las de nuestro entorno, se mueven en estos niveles.
Con máquinas más rápidas y perfectas pensando que con ello subsanarían ese mal indicador, pero acaban dándose cuenta que solo han conseguido modificar la escala del problema, por supuesto que han conseguido aumentar las unidades brutas producidas pero seguirán teniendo el mismo resultado en el indicador de la P.E. y casi seguro un resultado inferior en la I.E. debido a unas necesidades de programación más amplias y complejas para suministrar las nuevas líneas.

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Llegados a este punto, ¿qué camino nos queda para conseguir esos niveles de eficiencia tan deseados que nos darán esa preciada ventaja frente a nuestra competencia? pues la respuesta es muy sencilla, simplemente conseguir motivar e implicar en sus respectivas tareas a nuestros operarios, así de fácil y a la vez así de complicado, como ya hice mención al principio, la eficiencia es una característica exclusivamente humana, es cierto que la forma de gestión imperante en la mayoría de las empresas es fruto de una herencia de los inicios de la revolución industrial basada en el control férreo del empleado y en la aplicación de unos protocolos diseñados en la oficina de métodos con tiempo cronometrados y ajustados , básicamente robotizando la intervención humana, deducimos sin dificultad, que este método deja poco margen a la motivación y la implicación personal y a su vez al crecimiento de la eficiencia, el operario convencional no dudara en dejar que el proceso productivo se pare,si a la maquina se le cruza una pieza o se le afloja un tornillo, con tal de tomar un respiro que le permita “evadirse” física y psicológicamente de su puesto donde acude todos los días porque no le ha surgido una oportunidad mejor.
Por lo tanto la clave, está en el cambio de actitud del operario, conseguir que se sienta importante en el seno de la organización, que sus observaciones sobre la forma de hacer las cosas son valoradas, que se le felicite por sus buenos resultados, al fin y al cabo dar espacio a su motivación facilitándole un entorno laboral proactivo resulta más gratificante que un incentivo económico.jotaaaaaaaaaaaa
Pero mucho cuidado, este objetivo, nunca podrá alcanzarse si primero no existe un cambio conceptual profundo en la escala de mandos desde el jefe de equipo hasta el mismísimo director general, aquí está el meollo de esta cuestión, motivar a nuestra plantilla y estar convencido de ello, es la inversión más barata y más rentable que una empresa puede acometer, no en vano grandes multinacionales de primera línea y presencia global lo están aplicando desde dos décadas, apoyándose en el sistema LEAN MANAGEMENT que desarrolló Toyota.

Cristóbal Ferriz Cerdán

Ingeniero industrial experto en LEAN y excelencia productiva

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